
Decía Paul Watzlawik que «llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida es un arte que se aprende».
Sentirás alguna identificación con las cosas de las que vamos a hablar, porque los pensamientos negativos recurrentes son muy frecuentes en muchos de nosotros.
Muchas creencias, nos hacen ser infelices como pensar que tenemos que conseguir una serie de cosas materiales, sociales, personales. Pero está demostrado que la mejor creencia para ser feliz es la de creer en uno mismo.
Por ejemplo, ver el pasado como lo bueno, algo inmejorable que ya ocurrió. Quedarnos allí, en ese pasado, en un sitio donde no podemos modificar nada, pensando que entonces todo era perfecto. Solo fijándonos en lo bueno de otra época sin valorar las novedades que tenemos a nuestro alrededor. Esto, puede ayudar a amargarnos.
También podemos amargarnos con las quejas. Quejarse funciona veces, pero es algo que, saludablemente, debemos utilizar en pocas ocasiones. Si nos quejamos habitualmente nuestro pensamiento y nuestra vida girarán demasiado alrededor de la queja. La mayoría de las quejas no responden una situación real. Hay que sopesar y evaluar bien las adversidades para darse cuenta de si realmente lo son. Esto es importante para la salud mental, porque muchas veces no es el hecho en sí lo que nos puede angustiar, sino las vueltas negativas que le damos aquello que ocurrió.
También podemos amargarnos con las creencias. Creer que uno puede ser feliz teniendo mucho de algo: mucho dinero, mucho éxito… mucho en general. En nuestra sociedad muchas cosas materiales que consumir.
Pero los reyes de la amargura están en nuestro pensamiento. En general en las cosas que pensamos, en los pensamientos repetitivos y muchas veces obsesivos que crean multitud de conexiones interneuronales en nuestro cerebro. Conexiones que alimentamos y que conforman una red, de manera que cuando volvemos a uno de estos pensamientos esa red se excita o se ilumina y toda la angustia de todo lo que hemos pensado acerca del tema se pone de manifiesto en un solo clic.
Dejar a un lado los pensamientos negativos y las quejas nos lleva a la salud mental. Estar bien y en paz con uno mismo y no desear demasiadas cosas es acercarse a la felicidad.
Tener tranquilidad emocional, un diálogo interno sereno y lejos de las obsesiones nos aleja de la amargura