
Los cambios contraen, a unas personas más que a otras, pero en general generan cierto miedo.
El Otoño es un poderoso ejemplo de cómo la naturaleza cambia y nos puede servir como ejemplo para realizar nuestros propios cambios beneficiosos.
Tal y como las hojas van cambiando de color para adaptarse a las estaciones, las personas podemos ajustarnos a nuestro contexto si nos permitimos ser flexibles.
De entre las maravillosas imágenes que nos ofrece la Naturaleza, siento debilidad por los bosques en otoño.
Me gusta pasear por lugares poblados de hayas, abedules o arces, y contemplar la explosión de amarillos y ocres hasta casi el rojo; observar cómo las hojas, de octubre a noviembre, cambian de color… o algo que se le parece.
Porque lo cierto es que las hojas, en un sentido estricto, no cambian de color, sino únicamente de apariencia.
En cierto modo cada hoja posee en su interior multitud de tonalidades, pero desde que comienza su crecimiento en primavera, al ser de vital importancia para la vida del árbol la función clorofílica, el que destaca es el verde.
Y es tanta su preponderancia que todos los demás quedan en un segundo plano, imperceptibles a nuestra mirada.
Ahora bien, cuando el árbol comienza a prepararse para el descanso invernal, la clorofila va desapareciendo poco a poco y con ella el verde que la caracteriza.
Algunos elementos esenciales de la hoja pasan al interior de la planta, y es entonces cuando los otros colores, que existían previamente (ocres, amarillos, anaranjados, rojizos…) comienzan a destacar y podemos disfrutarlos. Más tarde la hoja se desprende y nutre la vida del suelo. Esto, que parece pura magia, nos deja una poderosa lección sobre cómo las personas podemos cambiar y evolucionar sin cambiar nuestra esencia.
A veces nos sorprendemos gratamente al descubrir, en personas a las que conocemos desde hace años, matices que ni imaginábamos.
Sea porque las encontramos fuera de su contexto habitual, realizando actividades diferentes, o porque un amigo común nos ofrece otro punto de vista, lo cierto es que la nueva perspectiva nos permite descubrir una riqueza interior que, de no haber sido por esa circunstancia fortuita, nunca habríamos llegado a conocer.
La tendencia a encuadrar todo lo que nos rodea, magnificada por las prisas y el aislamiento que nos domina, suele conducir a establecer multitud de relaciones superficiales: de papel a papel, más que de persona a persona.
Clasificamos y somos clasificados según los diferentes papeles que representamos. Percibimos y somos percibidos en cada relación de una forma casi invariable: el jefe no es más que el tipo que da órdenes; la compañera no pasa de ser una chica guapa; al amigo chistoso no se le toma nunca en serio…
Nos instalamos en la comodidad que oferta la apariencia de lo conocido y limitamos otras perspectivas, mientras aceptamos que, también nosotros, no somos más que lo que les parecemos a los demás.
Los cambios generan miedo e inseguridad, así que es normal que nos resistamos a ellos.
Pero cabe preguntarse si son posibles formas de relación afines al ritmo de estaciones imaginarias y abandonarnos a los cambios del clima interior. Ser capaces de sacudirnos la comodidad de lo cotidiano, rechazar el mantenimiento artificial de la temperatura y ofrecernos espacios de renovación.
Si somos capaces de dejar de empeñarnos en ser lo que hemos aceptado que somos y ofrecernos nuevas oportunidades.
Los bosques en otoño serían un buen símbolo: manifiestan un vivir adecuado al ciclo natural; no dejan que una tonalidad domine más allá de lo que es correcto que dure su función, y permiten que emerjan, en un momento dado, todos sus colores.
Se niegan a aceptar la exclusividad de un color; por eso, cada otoño se desprenden de lo que les sobra, cada invierno se interiorizan, cada primavera reverdecen y cada verano alcanzan la plenitud.
Debemos reivindicar el derecho al cambio. Recuperar la variedad cromática, deleitarnos contemplando con una visión abierta y nueva a la pareja, a los hijos o a los amigos.
Para empezar, no intentemos pedir ni dar a los demás aquello que no somos capaces de pedirnos y darnos a nosotros mismos.
Tomado de https://www.cuerpomente.com/psicologia/cambiar-evolucionar-poderosa-leccion-otono_10135/ por: Fernando Torrijos