
De las cenas y celebraciones navideñas tenemos que salir triunfadores y no siempre es fácil.
Hay dos tipos de cenas : las que tenemos con nuestros amigos y con las personas del trabajo y las que tenemos con nuestros familiares que, aunque parezca mentira, son las más difíciles de lidiar aunque la publicidad nos diga lo contrario. En general tenemos altas expectativas en estas celebraciones y no hay que idealizar porque la Navidad, en el imaginario social, está relacionada con la alegría y no siempre es así.
Hay unas reglas de oro que deberíamos cumplir siempre y son, las ya sabidas, de no enzarzarnos en temas conflictivos. No mencionar temas políticos ni temas que tengan que ver con creencias personales sería la primera recomendación .La política es, a veces, un tema difícil de evitar pero para tener una cena en paz alguien debe respirar profundamente y mirar al infinito. Es decir, no entrar a ninguna provocación y así evitar situaciones de estrés.
En cierta ocasión, me comentó un policía que el día de Nochebuena era cuando más heridos a navaja había en todo el año. Ocurre que, entre las familias, aunque no lleguemos a las armas la mayoría de, a veces se dan situaciones muy tensas.
Las situaciones de tensión no solo tienen que ver con que nos juntemos, o con que hablemos de política. Tienen que ver con cosas que han ocurrido en el pasado reciente o menos reciente. Por ejemplo, las herencias son un tema de conflicto importante en muchísimas familias, no solo por lo material que implican, sino también por los afectos. Las personas que se ven desfavorecidas en estas situaciones tienden a pensar que a ellas se las quería menos. Lo mismo pasa con el cuidado de familiares dependientes, quien se ocupa más y quien se ocupa menos es un tema de enfrentamiento .
En las cenas navideñas no solo está presente una gran cena, una familia, unida o menos unida y un tiempo por delante para disfrutar de ambas cosas. En estas cenas están presentes las situaciones que han ocurrido entre los miembros de la familia que no siempre han sido fáciles, las peleas, las rencillas y las circunstancias conflictivas sin resolver. A veces durante años.
Pero una cena navideña no es el momento de resolver nada, ni de reparar agravios, si los hubiera. Una cena navideña es una situación de encuentro con algunas de las personas a las que queremos, con conflictos o sin ellos. Si estos existen, ese día deberíamos dejarlos aparcados y hablar de las cosas que si nos unen, que seguro que son unas cuantas. Posiblemente nos une un pasado común, a veces un pasado que se remonta a la infancia y en el que seguro ha habido cosas dignas de mención o de recuerdo.
Estas cenas o encuentros familiares nos pueden dejar con la sensación de que no hemos hablado de lo que realmente importa, o de lo que ahora mismo es un problema o un impedimento, algo que nos separa de algunos de los miembros de la familia. De uno o de varios. La Navidad puede servir para replanteárnoslo y reunirnos con ellos cuando acaben las fiestas. Hacerlo en un momento más adecuado y tratar las cosas que a veces no se hablan y deberíamos enfrentar.
Salir triunfadores de estos encuentros no significa que todos nos hayan escuchado o que alguien nos haya dado la razón o sentirnos ganadores dialecticamente. Salir triunfadores significa no darles disgustos a las personas que están ahí y disfrutar de una velada tranquila. Pensemos que es lo más importante y lo que hagamos hagámoslo con ilusión y valoremos también que las celebraciones no son obligatorias y no tienen que suponer estrés.
Por tanto, si celebramos la Navidad y nos reunimos para comer o cenar tiene que ser de una manera saludable. Debemos dejar de lado las altas expectativas y utilizar ante todo el sentido del humor que es la estrategia que mejor funciona casi siempre.