
El silencio y el ruido forman parte de la vida desde siempre. Pero a medida que el progreso ha ido evolucionando, el ruido ha ido incrementando en las ciudades por los coches, motos, trenes, aviones o fábricas. Y también en nuestros hogares al estar a cada vez más equipados con electrodomésticos, ascensores o máquinas. Se hace difícil escuchar el silencio, tanto a nivel individual como social, pero es NECESARIO, porque afecta a la vida. Por eso es tan importante y urgente EDUCAR sobre el silencio.
La pandemia, con el confinamiento y el des-confinamiento, ha hecho que nos planteemos la contaminación acústica en la que vivimos inmersos y atrapados como en un remolino. Y, al mismo tiempo, que nos planteemos la falta de silencio y el silencio en sí mismo.
El silencio es un tema muy amplio que ocupa de extremo a extremo los BINOMIOS de bueno o malo; liberador u opresor; paz o tensión; seguridad o inseguridad. Algunas personas, por elección propia, o por curiosidad o por necesidad, se inclinan más hacia un lado u otro. Para otras personas, son las circunstancias, laborales o sociales, las que provocan que se enfrenten a uno de esos extremos. Es muy importante que la persona aprenda a tener libertad y control ante esos binomios.
Entrar y sumergirse en el silencio puede ser muy positivo o muy negativo. Aquí vamos a comentar la aportación positiva que nos proporciona el silencio a distintos niveles:
EMOCIONAL: nos aporta paz, tranquilidad, calma.
COGNITIVO: facilita y estimula la atención, la concentración, el pensamiento, la escucha.
SOCIAL: nos ayuda a desconectar del ruido que nos envuelve y que a veces nos manipula.
ESPIRITUAL: nos ayuda conectar de otra manera con nuestro mundo interior, con el mundo exterior, y con las relaciones con los demás.
No es fácil conseguir practicar el silencio positivo en la sociedad que vivimos.
Es difícil a nivel INDIVIDUAL. Requiere atención, esfuerzo, voluntad, entrenamiento, constancia, perseverancia; precisa un tiempo que nos parece que no tenemos; exige valentía para vernos cara a cara con nosotros mismos; reclama capacidad de desconectar del yo y conectar con el todo, hasta poder decir, como dice
Pablo D´Ors en su libro Biografía del silencio “yo soy tú” o “Yo soy el universo” (D´Ors, P. 2018) [i].
Y difícil a nivel SOCIAL. La comunicación es esencial y necesaria. Desde siempre, nos comunicamos de forma verbal con palabras y de forma no verbal con gestos y expresiones corporales. Luego inventamos el teléfono, la radio, la televisión, internet, redes sociales, y en paralelo la publicidad suena y resuena constantemente: qué tienes que tener, hacer, comer, vestir, ser. Todos estos ruidos están hechos para atraer a las personas, seducirlas, absorberlas, y de este modo van creando cada día más conductas adictivas al ruido y dificultando el silencio.
El silencio afecta a la vida. Es necesario para nuestro interior: para pensar, concentrarnos mejor, escuchar con atención, para entender, para proporcionarnos paz mental. Y es necesario para abrirnos: para comunicarnos con nuestro corazón y con el mundo. Es necesario educar a las personas a practicarlo, desde niños, durante la adolescencia y en la vida adulta, por todos los beneficios que nos aporta. Desde la Psicología, la Pedagogía y la Espiritualidad, se afirma los beneficios en relación con el aprendizaje de la atención, del respeto, de la paciencia, del autocontrol, y de la plenitud.
Desde la familia y la escuela. María Montessori dedicó tiempo a practicar el silencio[vi] entre los niños por los beneficios y satisfacción que producía.
Autor: Lecina Fernández. Psicóloga Clínica. 5-9-21. Tomado de https://www.copmadrid.org/wp/el-silencio-afecta-la-vida-al-bienestar-y-saludmental/