
El contacto físico entre las personas tiene una serie de beneficios emocionales y para la salud. Somos seres sociales y por tanto nos sentimos completos cuando entramos en contacto con los demás.
La distancia social, impuesta por las circunstancias y la cuarentena, no es beneficiosa. Incluso a nivel fisiológico se ha comprobado que el contacto físico aumenta la producción de serotonina, dopamina y oxitocina. Las tres son hormonas y están asociadas al bienestar físico y emocional.
Así también el contacto estimula el sistema nervioso parasimpático, lo que en lenguaje coloquial llamamos mecanismo de relajación.
Además, cada vez que alguien nos toca con cariño, una gran cantidad de receptores de presión que están en la piel, envían señales al cerebro para que éste reduzca la producción de cortisol que es la hormona contraria al bienestar y la responsable del estrés.
En los bebés el contacto físico, las caricias y los abrazos son tan importantes como la comida o el sueño. Un ser humano no puede sobrevivir sin ese contacto.
Según un estudio de la Universidad de Chappelle Hill, en EEUU, “Abrazarse o tomarse de la mano durante al menos 10 minutos al día puede reducir los efectos físicos perjudiciales del estrés”.
El tacto es el primer sentido que se desarrolla, lo tienen los bebés recién nacidos. La piel está íntimamente ligada al sistema nervioso, por eso, ese tacto en forma de abrazo, se traduce de inmediato en un estado filológico de nuestro cerebro . El contacto piel con piel incide en nuestro bienestar y es una valiosa fuente de salud mental.
En los años 60 el psicólogo y psiquiatra Harry Harlow llevó al laboratorio la teoría del apego de John Bowlby, que teorizaba la importancia del vínculo madre-hijo para un crecimiento sano. Para ello utilizó crias de macaco en lo que hoy consideraríamos un experimento cruel.
En el laboratorio creó dos tipos de madres artificiales: una recubierta de alambre que era la que suministraba la comida y otra recubierta de felpa que solo proporcionaba a los bebés el tacto. Todos las crías preferían la madre de felpa y solo acudían a la madre de alambre cuando tenían hambre.
Otro de los experimentos consistía en exponer a los jóvenes macacos a un estímulo estresante nuevo. Los que estaban con la madre de felpa reaccionaban primero buscando cobijo y después empezaban a explorar .Pero cuando esto ocurría con la madre de alambre se asustaban tanto que se quedaban paralizados
En un tercer experimento llamado “la prueba del miedo” se les sometía a un estímulo estresante ( como un muñeco que emitía fuertes ruidos ). Una vez, más si la madre de felpa estaba cerca el mono se mostraba más confiado y menos asustado.
Los efectos de la separación temprana madre e hijo fueron demoledores, la incidencia en el desarrollo psicológico de los jóvenes macacos dió lugar a importantes trastornos emocionales y a dificultades graves en la sociabilidad y el desarrollo psicológico, incluida la depresión.
El contacto físico con las personas a las que queremos es imprescindible además de una forma de comunicación con los que nos rodean. De él dependen, en gran parte, nuestra salud física y mental.
La situación actual nos invita a no tocarnos, cualquier roce se percibe como un peligro y estamos dejando atrás el valor del contacto, de la caricia, del abrazo
Los gestos cotidianos, que en las circunstancias actuales de distanciamiento social no son aconsejables, como saludar a alguien cercano con un abrazo, besar a quienes queremos, recibir un masaje y otros gestos parecidos, contribuyen claramente a nuestro bienestar físico y mental. Por ello, en cuanto las circunstancias varíen y salgamos de la pandemia, sería muy beneficioso, teniendo en cuenta el tiempo que hemos pasado en la lejanía física de las personas que nos importan, volver a abrazar, a besar y a acariciar quienes queremos.
María J. Torrecilla
Psicóloga Clínica